miércoles, febrero 29, 2012

Baudrillard y los simulacros

Todo empezó hace años, cuando Tony Wilson, el personaje que interpretaba Steve Coogan en 24 hour Party People dijo “para qué contar la realidad cuando puedes contar la leyenda.” Es lo único que recuerdo de la película, y por extensión una de las frases sacadas de películas que más rememoro y utilizo. Aunque pensándolo bien, todo empezó mucho antes y en realidad, la idea siempre estuvo ahí. Me refiero a la sensación de escaparate que produce la vida en general. Lo sentí en Port Aventura, donde te invitaban a visitar una reproducción de un típico pueblo mediterráneo, una burda y falsa copia de los típicos pueblos mediterráneos que tuvieron que derruir precisamente para construir Port Aventura. Y lo sentía de niño, cuando al llegar de vacaciones siempre había un par de niños que contaban peripecias increíbles con tal de mantener la atención y la admiración del resto; me fascinaba su capacidad de fabricarse una vida más allá de la suya y autoconvencerse de que en efecto, aquella era su vida.

Más tarde, en el erasmus, fuente de todo el conocimiento social que yo pueda tener, esta forma de proceder se hizo manifiesta hasta límites cansinos. Qué más daba hacer un viaje si no podías contarlo; para qué queríamos cogernos un pedo si al día siguiente no íbamos a ver al resto de españoles y a presumir delante de ellos. Se vivía por y para la galería, y la vida real fluía por debajo de aquel escaparate, hasta que el escaparate se convertía en la vida misma y anulaba cualquier flujo interno. Llegó un chaval y puso un mapamundi en su habitación. Nos dijo a todos –se encargó de que todos lo supiéramos, que tenía un mapamundi y para qué lo quería- que allí iba a poner una chincheta encima de cada país del que se follase a una chavala con esa nacionalidad. Teníais que ver al tipo. Ni guapo, ni listo, ni gracioso, ni con cara de follar mucho. Nosotros supusimos que las chinchetas las iba a poner por cada paja que se hiciera pensando en mujeres de una cierta nacionalidad, y hasta ahí llegó nuestra broma… pero no su mapamundi. Meses después, nos sorprendió saber que había chicas que aspiraban a follar con él, no por su mapamundi, pero sí por el aura de follador de la pradera que se había creado. Magistral. Al final sólo cayeron mujeres que no se habían alejado más de veinte kilómetros de la Puerta del Sol hasta haber llegado allí, pero el caso es que él folló. Nadie más volvió a preguntar por el mapamundi porque la realidad se había superpuesto… o al revés.


Nos pasa con muchas ideas. Las tenemos dando vueltas en la cabeza, pero no las ponemos en firme hasta que alguien llega y nos atiza con ella en la cara. Así que este verano, leyendo unos cuentos de Borges, me topé con uno llamado El rigor en la ciencia:

… En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no satisfacieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas. 
Suárez Miranda, Viajes de varones prudentes 
libro cuarto, cap. XLV, Lérida, 1658. 


Y como pasa otras tantas veces, lo que no había fluido en años, de pronto brota por cualquier esquina, y un camino de baldosas amarillas se dibuja ante mí. Una línea de lectura bien marcada, una línea de pensamiento que pone por escrito aquello que en mi cabeza ha vagado durante años sin llegar a puerto. La idea de la simulación de la realidad que se adapta a la realidad reapareció dentro de Ejército Enemigo, del que también he dado cuenta aquí y que me llevó hasta Jean Baudrillard. Ahora tengo Cultura y Simulacro en mis manos. Publicado por Kairós, es un librito que recoge algunos artículos del sociólogo francés. Ataca Jean, que los tenemos a nuestros pies:

Si ha podido parecernos la más bella alegoría de la simulación aquella fábula de Borges en que los cartógrafos del Imperio trazan un mapa tan detallado que llega a recubrir con toda exactitud el territorio (…) pero ésta es una fábula caduca para nosotros y no guarda más que el encanto discreto de los simulacros de segundo orden.


Hoy en día, la abstracción ya no es la del mapa, la del doble, la del espejo o la del concepto. La simulación ha pasado a ser la generación por los modelos de algo real sin orden ni realidad: lo hiperreal. El territorio ya no precede al mapa ni le sobrevive. En adelante será el mapa el que preceda al territorio y el que lo engendre (…) Son los vestigios de lo real, no los del mapa, los que todavía subsisten esparcidos por unos desiertos que ya no son los del Imperio, sino nuestro desierto. El propio desierto de lo real.


(…) Disimular es fingir no tener lo que se tiene. Simular es fingir tener lo que no se tiene. Lo uno remite a una presencia, lo otro a una ausencia. Pero la cuestión es más complicada, puesto que simular no es fingir: “Aquel que finge una enfermedad puede sencillamente meterse en la cama y hacer creer que está enfermo. Aquel que simula una enfermedad aparenta tener algunos síntomas de ellas” (Littré). Así, pues, fingir, o disimular, dejan intacto el principio de realidad: hay una diferencia clara, sólo que enmascarada. Por su parte la simulación vuelve a cuestionar la diferencia de lo “verdadero” y de lo “falso”, de lo “real” y de lo “imaginario”. El que simula, ¿está o no está enfermo contando con que ostenta “verdaderos” síntomas? Objetivamente, no se le puede tratar ni como enfermo ni como no-enfermo. La psicología y la medicina se detienen ahí, frente a una verdad de la enfermedad inencontrable en lo sucesivo.

Siento que me han sacado un trozo de cerebro, lo han examinado, han encontrado algo ahí dentro y me lo han vuelto a colocar en su sitio. Después, me han ofrecido un libro que me cuenta lo que tenía ahí adentro pero en versión extendida y mejorada. Después, miro hacia mi estantería y leo por casualidad el título de la nueva novela de Houellebecq.

De pronto tengo ocho años y hoy es cinco de enero.

sábado, febrero 18, 2012

El actual estatus de Nacho Vegas en el mundo musical

Llegué el jueves a la sala donde Nacho Vegas daba un concierto veinte minutos más tarde de la hora de comienzo según la entrada. Me encontré con las puertas cerradas y una cola de un par de centenares de personas en fila india. Mal presagio. La recorro hasta el final y el cartel de espectadores es de libro: gafas de pasta, barbas, abrigos oscuros, converse, y uñas pintadas de negro o rojo.

Nacho Vegas y los suyos salen casi con una hora de retraso. En el concierto se suceden canciones de su nuevo EP con copyleft, Cómo hacer crac, y de sus dos últimos álbumes, El manifiesto desastre y La zona sucia. La gente canta absolutamente todas las canciones. No es que yo no me las sepa, es que simplemente no creo que la gente que me rodea haya pagado por escucharme a mí. Pureta, me digo a mí mismo, pero eso no quita que hasta los tres cuartos de hora yo no haya dejado de escuchar la dulce voz virginal de una chica (¿20 años?) que me ha cantado a la oreja todos y cada uno de los versos.

“Es un poeta”, dicen por ahí.


La gente le grita “¡Nacho guapo!”, “¡Nacho dinos algo!”, “¡Nacho cuenta algún chiste!”, o simplemente “¡Nachooooo!”. La gente ríe, y Nacho también, pero el pone sonrisa de espanto, de miedo. Sus músicos ni se inmutan.

Luego le piden canciones: “¡Michi Panero!, ¡toca Michi Paneroooo!”, hasta que otro replica “¡Mejor Ocho y medio!”, y un coro de “Sííííí” apoya la moción. En otra ocasión, hace años, él respondió al público que daba igual lo que pidieran, que iba a tocar lo que le saliera de los cojones. Lo dijo sin énfasis, sin darle importancia, como simplemente diciendo lo que pensaba y sin reparar en la respuesta del público. Pero el público lo aplaudió y rió tanto que creo que se arrepintió al momento, aunque aquel día tocó lo que le dio la gana. El jueves tocó Ocho y medio y Michi Panero. Todo el mundo las cantó a coro, verso por verso.

Resulta evidente es que la mayoría del público lo conoce por el recopilatorio “Canciones Inexplicables”, que escoge entre sus grabaciones de 2001 a 2007, y por los discos que ha sacado desde entonces: la colaboración con Christina Rosenvinge, el proyecto folclórico Lucas 15 y sus dos últimos LPs, los que repasa en el concierto. ¿Me gustaba más antes, cuando no era comercial? No está mal, cuesta ser más superficial, y además hace tres años ya pensaba lo mismo.

A la hora y veinte se fueron, y al minuto volvió el sólo. Tocó la versión de “El extranjero” que acompaña al EP de “Michi Panero” y “La noche más larga del mundo”, la canción que cierra el disco Desaparezca aquí. Son las dos primeras canciones que el público no canta, y aunque me siento tentado a pensar que es por respeto, es inevitable concluir que se debe a que sencillamente no las conocen. La tentación de sentirme superior a ellos por conocerlas se pasea por mi cabeza aunque rápidamente la descarto; si me siento superior es por no haberlos atronado con mi cantar.

Nacho y los suyos están aburridos. Salvo en la última canción, en la que regalan una improvisación de un par de minutos (interrumpida por medio aforo, que se puso a aplaudir a media canción creyendo que había terminado), el resto de la actuación está completamente desprovista de interés. A mí me gusta, cómo decir lo contrario, pero dista mucho de pasadas actuaciones. A la hora y media se van, y el público, dócil, ni siquiera protesta. Ya pueden decir que han ido al concierto de Nacho Vegas, qué más da que el concierto se acabe pronto. Al fin y al cabo, lo vamos a contar igual. Ya tengo la foto para mi facebook.

La revelación ocurre durante Michi Panero. Me pongo de puntillas y giro 360º. Estoy en medio de la sala, así que tengo buena visibilidad de todo el aforo. Manos en alto, todo el mundo cantando “es hora de... recapitular…”, “es un poeta”, “las ostias que… me dado el mundo…”, “¡Nacho guapo!”, “hoy querrán oír… mi último adiós”, “¡Nacho es un crack!” “y… poco a poco van entrando y yo… los recibo, en batín”, “¡Pucha Asturias!”. Cielo santo. Se ha convertido en Sabina.

miércoles, febrero 08, 2012

Nos la están colando

Hay un tipo en mi trabajo que se pasa el día diciendo “ya se sabe, corren malos tiempos para la lírica”, como una muletilla, como si eso explicara todo lo que está sucediendo, como si fuera la última línea de su análisis crítico de la situación política. Lo curioso es que todavía no sé de qué pie cojea esa persona; desconozco su ideología, y hasta dudo mucho que sepa lo que está ocurriendo. En otras palabras, mi compañero no sabe que nos la están colando. Dice que son malos tiempos para la lírica, y ante una frase así todos asentimos, entornamos los ojos, y acompañamos a coro con un “así es”, y ala, ya te puedes ir a casa pensando que acabas de dar con el problema, que acabas de arreglar el mundo. Como mucho una cerveza como recompensa antes de llegar a casa.

Pero el nuevo gobierno, al margen de lo que piensen en mi oficina, está desvelando las dudas que había (que al menos yo tenía) sobre su orientación. Una semana antes de las elecciones comentaba no tener clara todavía la verdadera imagen de Rajoy. Dudaba acerca de si se impondría el ala de los moderados como Gallardón, o si Esperanza y su peculiar forma crear diferencias sociales dominarían la actitud del partido. Me equivoqué de pleno, ni lo uno ni lo otro. Ahora estamos comprobando que la verdadera cara del PP, no es sino Gallardón y su peculiar forma de crear diferencias sociales.

Peaje en el camino: que quede claro, no es el aspecto económico el que resulta inquietante. Al fin y al cabo, el gobierno socialista ya hincó la rodilla y cedió ante las presiones de esos entes llamados “mercados”, y comenzó a aplicar las medidas que le dictaron. No vimos ningún intento de unión política europea, ningún intento de acabar con el fraude, ni con la corrupción, verdaderos agujeros del Estado. El PP no está haciendo sino seguir la ruta ya iniciada por el Gobierno anterior, que consiste simplemente en una suma atropellada y desordenada de medidas que se van tomando siempre en la misma dirección (lastrar a las clases medias y liberar a las altas) pero sin ningún orden. Como si el becario de Botín fuera el que manda en todo esto.

Pasado el peaje vuelvo a la ruta: al margen de la economía, el problema es todo lo demás (¡!). El actual gobierno está aprovechándose de la situación, de una sociedad noqueada, aturdida a merced de esos “mercados”, arrinconada por la amenaza del paro y capaz de cerrar los ojos ante las barbaridades que el gobierno está realizando con tal de mantener viva la esperanza de que “si aguanto todo esto, al final pasará la mala racha y volveré a tener trabajo”. Una curiosa forma de flagelarnos, la nuestra. Para que luego digan que no somos buenos católicos. Dóciles, sumisos y esperando el perdón, mientras cargamos con nuestra culpa. Parece que vamos por la calle rezando “La vida es un valle de lágrimas…” Y mientras tanto nos aprietan un poco más.

El nuevo gobierno, para empezar por lo sencillo, falla en las formas. Mienten al argumentar por qué el toreo ha de protegerse, alegando medidas tomadas en Francia que no son reales. Mienten al justificar la sustitución de Educación para la Ciudadanía por otra asignatura, amparándose en presuntos textos sacados de libros de texto de la asignatura cuando no es así. Y mienten cuando nos cuentan las supuestas bondades que la reforma de la ley de divorcio traerá a nuestras administraciones. Pero efectivamente, estamos hablando de formas. Irrita que no le digan la verdad a uno (por eso perdieron las elecciones de 2004, por mentir), pero no nos podemos detener mucho en esto porque al fin y al cabo no es lo más grave. Lo más grave es el fondo de sus medidas.

Y lo más grave del fondo de las medidas presentadas en las últimas semanas por el nuevo gobierno, es ese carácter anacrónico y retrógrado que lucen. El ambiente huele a moho. De pronto los ministros (por Rajoy ni pregunten, ni está ni se le espera) nos han llenado los telediarios de términos como adoctrinamiento, cadena perpetua, despenalización del aborto, píldora postcoital con receta, términos que creíamos de otro tiempo… el telediario se ha convertido en Cuéntame.

Está mal que propongan que la píldora poscoital se tenga que pedir con receta; asusta a los jóvenes que la pueden necesitar. Está mal que Gallardón pretenda llevar el aborto de vuelta al año 1985 y aleje a las mujeres del derecho a decidir por sí mismas sin tener que sentir más culpables de lo que inevitablemente se han de sentir. Está mal que el PP a bloque lance globo sondas, a ver cómo ciertas ideas opresoras como terminar con las ayudas a los enfermos crónicos calan en la sociedad. Está mal, muy mal, que se plantee la posibilidad de establecer la cadena perpetua en este país, un país que en el artículo 25.2 de su Constitución establece que que “las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social”; leyendo esto uno diría que esa propuesta es anti-Constitucional, a la baja. Y está mal también que en la propuesta de reforma educativa introduzcan términos como “Estatuto de Carrera Docente” o “Autonomía de los centros educativos”, porque leyendo las explicaciones que dan uno entiende que están proponiendo diferenciar entre listos y tontos (de una manera pueril), y entre ricos y pobres (de una manera cruel).

No entiendo por qué somos incapaces de superar ciertas cuestiones y volvemos siempre sobre los mismos temas, ya lo comenté hace poco, así que probablemente no sea la persona más adecuada para comentar estas propuestas. Pero una sociedad acobardada y paralizada por el amenazante miedo a la falta de empleo no está en condiciones de reaccionar frente a ciertos abusos de sus gobernantes. Estamos dormidos y tenemos que despertar. Cuanto antes.